Época romana
Tras la conquista romana, el comercio marítimo aumenta considerablemente en frecuencia y volumen debido a la presencia del contingente militar y la importancia de la costa para la penetración en el interior. De esta forma, se produce la normalización del sistema de navegación de altura y la travesía por el Cantábrico permite completar el dominio romano en el Atlántico Norte.
Las aguas hispanas quedan unidas a las del Mare Britanicum permitiendo el desarrollo de la tecnología naval, las bases de flota y las rutas marítimas. La construcción del faro, que evitaba la perdida de referencia de la costa y acompañaba los barcos que bordeaban el extremo más occidental del imperio y su probable statio del portorium, contribuyó de manera significativa el incremento de la navegación de altura y los contactos atlánticos.
Por tierra, la construcción de las vías que corría a cargo del ejército permitió el control romano del territorio. En el Itinerario de Antonino, documento del que se conserva una copia del siglo IV, aunque parece haber sido redactado con anterioridad, aparecen relacionadas algunas de las vías de Galicia, como la vía XX, llamada per loca marítima, que unía Braga con Lugo por la costa; la vía XIX, que conectaba Braga con Lugo por el interior o la vía XVIII, que enlazaba Braga con Astorga.
En la Tábula Peutingeriana se representó el sistema de transporte público diseñado para comunicar el vasto imperio romano, conservándose en la Biblioteca Nacional de Austria. La versión que ha llegado a la actualidad, en base a la original datada en el siglo III, se realizó en siglo XII en pergamino y se fragmentó en once secciones. La que correspondía a la península Ibérica y en la que se representa la Torre, no aparecía en la versión que en 1598 se hizo sobre ésta, pero fue reconstruida en la elaborada en 1898 por Konrad Miller. El objetivo de esta guía era describir la estructura viaria del imperio, el cursus publicus, de ahí la orientación del plano oeste-este.
La posición estratégica de Brigantium, el núcleo originario de A Coruña actual, suponía un puerto de abrigo dentro de las rutas comerciales marítimas del Imperio Romano. Este emplazamiento era la localización más septentrional de la costa atlántica y en él hacían escala flotas cargadas de mercancía, además de servir de lugar de carga, descarga y distribución para el resto de la península y otros puertos como los de Burdeos o Cádiz.
La embarcación empleada era el trirreme, heredera, en parte de otras de fenicios, griegos y cartagineses, con una eslora de más de 40 metros y una manga de 6 a 7 metros. Para su funcionamiento necesitaba una tripulación de trescientos marineros, entre remeros, infantes de marina, oficiales y suboficiales.