Función de Faro
La Torre de Hércules, datada entre los siglos I a. C. y I d. C., es el único faro romano que ha cumplido con su función desde sus orígenes hasta la actualidad, conservando su objetivo como señal marítima e instrumento de navegación para las embarcaciones que cruzan esta zona del corredor atlántico.
Para su ubicación se eligió Punta Eiras, situada en el extremo de la península en el que se ubica A Coruña. El noroeste de Hispania era entonces el límite occidental del Imperio Romano por lo que su edificación resultó de vital utilidad para la navegación de la época.
Según las últimas investigaciones, la luz que desprendía el faro estaba alimentada por una lámpara de aceite de grandes dimensiones sobre la que se colocaba una piedra horadada de la que salía una mecha, que una vez encendida proyectaba la luz sobre un espejo parabólico. El mecanismo podría ser móvil gracias a un sistema hidráulico lo que facilitaba que la intermitencia de la luz emitida se interpretase como una señal marítima.
Entre los siglos V y XV, distintas fuentes señalan que la Torre podría haber cumplido una doble función, la de fortaleza y la de faro. Previamente a la reforma neoclásica, en 1684 se construyó una escalera interior y dos pequeñas torres con faroles.
A partir de 1790, la linterna se alimentará con carbón en un brasero de hierro y tendrá el apoyo de otro farol de aceite. A lo largo del siglo XIX las mejoras tecnológicas en el sistema de iluminación se suceden. Tras reformar el cuerpo superior, en 1806 se instala un mecanismo giratorio, incrementando la potencia lumínica con un aparato catadióptrico que alcanzaría las 20 millas. Será en 1883 cuando se instale una nueva lámpara mecánica que funcionaba con parafina, cuya luz era reflejada por 48 cristales.
En 1927 el faro empieza a emplear la energía eléctrica y el alcance del destello llega a las 32 millas. Cincuenta años más tarde, se instala un radio-faro de emisión continua y desde esa época emite cuatro destellos de luz blanca cada veinte segundos que se pueden ver a 23 millas.
La Torre de Hércules es el único vestigio de señalización marítima construido en el Imperio Romano que continúa activo, tanto en el litoral mediterráneo como en el atlántico. Sin embargo, esta civilización levantó importantes faros al borde del océano Atlántico, como el de Cádiz que estaba coronado por una gran estatua; el de Chipiona (Cádiz), descrito por Estrabón como uno de los mejores de la época; la Torre del Orden (Francia), que medía 60 metros y desapareció por un corrimiento de tierras; el de Dover (Reino Unido), que fue ordenado construir por el emperador Calígula. Por su parte, en el Mediterráneo, el faro de Ostia (Italia) señalizaba la entrada del puerto más importante del imperio por su proximidad a Roma; el de Mesina (Italia) velaba por el tráfico marítimo entre Sicilia y la península; el de Laodicea (Turquía) fue clave en el desarrollo de los lazos comerciales con Oriente (Libia) y el de Leptis Magna (Libia) forma parte de un conjunto arqueológico que también está catalogado como Patrimonio Mundial.